Toluca y sus candidatos insumisos 

Dossier político

Por: Juan Carlos Villarreal

El sistema político mexicano ha sido diseñado para la discrecionalidad desde el poder, la argucia desde la oposición y la más absoluta sumisión ciudadana. Sólo así se explica que en plena transformación del régimen (la forma de ser del sistema político) no importa que signo partidario nos gobierne, pues tarde que temprano volverán los hábitos autoritarios y las prácticas antidemocráticas de las élites en el poder, Así paso con la primera transición panista del periodo 2000-2012, el regreso del “nuevo PRI” de EPN y, ahora preocupantemente, se repite con morena

Frente a la ausencia de procesos democráticos internos, los aspirantes a los principales cargos de elección popular han iniciado una especie de ritual de apareo como las aves del paraíso (Nueva Guinea) que pueden ustedes buscar en la red y comprenderán gráficamente la idea. Algunos cambian repentinamente de color, no crea usted que, por falta de ideales o valores, sino por enamorar a sus bases de apoyo, al mismo tiempo, otros despliegan lo mejor de sus bailes en TikTok, analizan imposturas para verse regios es los espectaculares que pululan las ciudades o acuden a los consejos de especialistas que los hacen ver torpes pero simpáticos. Los políticos mexiquenses aprendieron de la peor forma, que hay que ser sumisos con los de arriba y levantiscos con los de abajo, salvo en las campañas de posicionamiento, en la que suelen invertir la formula. 

Cuando se estudia bajo un método comparado, se observan variables que suelen ser comunes y objeto de análisis, así, para los sistemas electorales, la forma de selección de sus candidatos suele ser una de las fórmulas más atractivas para comprender su eficacia o medir su democracia interna. En México pasamos del tradicional y autoritario “dedazo” al no menos vertical “encuestazo” que, realizado con métodos poco transparentes, somete a los aspirantes a un acuerdo previo de respeto a los resultados, regularmente orientados a quien la cúpula ha decidido. En los últimos años, todos los partidos han optado por este método y no hay evidencias de que gane alguien a quien la dirigencia no acepte. 

Quizá por ello, existen aspirantes que a punta de centavazos quieren ganar la candidatura. En este grupo sobresalen, los que hacen gala de un despliegue de recurso públicos para aparecer un día sí y otro también, en todos los medios de comunicación posibles, haciendo como que hacen, aunque sus ayuntamientos, por poner un caso, vivan entre la mediocridad y la ineficacia en la prestación de servicios públicos. En Toluca, es un secreto a voces, que el alcalde busca la reelección y no tiene empacho en invertir en todo aquello que le provea “baños de pueblo” y lo acerque con quienes regularmente es arisco. Con sus variantes, pero casos como Huixquilucan, Tlalnepantla o Metepec se mueven bajo los mismos parámetros; gastar más para lucir mejor. 

Los que, si se descocieron ahora, son los señores diputados del PRIAN, primero uno y luego todos, se lanzan a comprar propaganda en espectaculares en los que tratan de convencernos de sus enormes bondades como servidores públicos. Lo mismo anuncian que ellos si saben cumplir que presumen reformas legales inocuas que sólo han constituido una carga adicional a las escazas arcas de los más de 90 de los 125 municipios que viven en la inopia presupuestal.  

Ellas y ellos, tratan desesperadamente (como las aves del paraíso de Nueva Guinea) de cambiar de color o desplegar su mejor sonrisa para recordarnos aquella triste pero tierna frase del poema infantil de Salvador Díaz Miron; “Mamá, soy Paquito; no hare travesuras…” 

En el carril de enfrente, morena se divide en dos grupos; los sumisos a la disciplina partidaria y el senador rebelde que juega como en el póker, con el blof de que ya nada lo detiene. Que lejos estamos de las democracias latinoamericanas que practican los Procesos Abiertos Simultáneos Obligatorios (PASO), que si bien no son una panacea si obligan a las dirigencias y actores políticos a medirse con reglas claras y resultados basados en votos de la militancia, para elegir a quien mejor los puede representar en las elecciones constitucionales. Esta nueva elite, tan acostumbrada a mirra al Sur, debería aprender nuevos hábitos democráticos para la selección interna de sus candidatos, que son la base de cualquier sistema democrático, salvo que quieran seguir siendo “Candil de la calle y oscuridad en su casa”.