Existen territorios que pasan décadas fuera del radar cultural, aún cuando concentran historias, públicos y pulsaciones propias.
El noreste del Estado de México ocupó durante años ese lugar discreto: densamente poblado, conectado por vialidades y cercano a la capital, pero sin un punto de reunión simbólico que articulara su energía.
La aparición de Vibrante Festival es una señal de cambio y con una idea precisa: la música como eje para reunir lo que ya convivía cotidianamente.
Tonanitla dejará de ser solo un territorio de tránsito y asumirá, por una fecha, la condición de destino: un espacio ubicado sobre el boulevard Ojo de Agua que concentra ventajas en términos de accesibilidad vial, cercanía metropolitana y capacidad para albergar públicos provenientes tanto de municipios mexiquenses como de la Ciudad de México y el estado de Hidalgo.
Esa transformación simbólica pesa tanto como cualquier alineación artística, porque colocará a la región en el centro de su propia narrativa cultural.
Zonas como Ecatepec, Tecámac, Zumpango, Tultepec y Coacalco quedarán ubicadas en traslados cortos, mientras que otros puntos estratégicos del Valle de México mantendrán tiempos estimados de media hora.
El esquema de movilidad incluye transporte organizado mediante compañías de tours certificados, una medida que responde a criterios de seguridad, comodidad y reducción de tráfico, además de ampliar las opciones de acceso para asistentes sin vehículo propio.
La elección de un campo abierto en el noreste mexiquense marca una postura clara. El festival apuesta por cercanía, accesibilidad y pertenencia.
Los tiempos de traslado, medidos en minutos y no en horas, hablan de una convocatoria pensada para públicos locales y metropolitanos que rara vez se reconocen como parte del mismo circuito.
El planteamiento de transporte organizado refuerza esa lectura territorial. El festival se busca integrar al ritmo cotidiano de la zona en lugar de imponer una lógica ajena.
La inclusión de arte, gastronomía y cultura local revela otra capa del proyecto. Estos elementos aparecen como parte del relato central y no como un complemento decorativo.
La propuesta busca diálogo con el territorio, reconocimiento de sus expresiones y construcción de una identidad compartida alrededor del encuentro musical.
Pensar a Vibrante como una cita anual abre la puerta a la memoria colectiva. Los festivales que se consolidan lo hacen porque se insertan en la biografía emocional de quienes asisten y del lugar que los alberga.
En ese sentido, el noreste del Estado de México comenzará a verse reflejado en una celebración propia. Habrá que esperar más información sobre Vibrante en 2026, pues si cumple lo que promete se podría convertir en uno de los puntos de encuentro con la música y el arte más destacados del Estado de México. Feliz año.
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