El escritor e historiador Juan Miguel Zunzunegui vuelve a sacudir la mirada oficial sobre el pasado con el libro Al día siguiente de la conquista (Grijalbo), una obra que, más que ofrecer datos inéditos, busca derrumbar los relatos impuestos en torno al origen de México.
Su propuesta es clara: dejar de vernos como víctimas de la conquista y entendernos como resultado de un proceso histórico que nos conforma hasta hoy.
“Siempre nos preguntamos cómo sería México si no hubieran llegado los españoles, como si uno pudiera odiar a sus propios padres y al mismo tiempo amar lo que es. Eso es absurdo
“Es una pregunta ontológicamente imposible. Es como si alguien dijera: ‘Ojalá mis padres nunca se hubieran conocido’. Tú no puedes amarte a ti mismo y al mismo tiempo odiar aquello que te hizo existir. Eso nos pasa como país: decimos estar orgullosos de ser mexicanos, pero deseamos que la historia hubiera sido distinta. Solo existe un México, el que surgió de todo lo que ocurrió, con sus contradicciones, y ese es el único que podemos amar”, afirma Zunzunegui.
Para él, la paradoja mexicana consiste en amar nuestra gastronomía, el mariachi, las catedrales, el barroco o los pueblos mágicos —todo producto del mestizaje—, mientras se repudia la llegada de los españoles, sin los cuales nada de ello existiría.
La trampa de la victimización
En conversación, el autor señala que gran parte del problema viene de la narrativa escolar heredada de la posrevolución, donde la conquista se enseña como trauma fundacional.
“Nos educan en la conquista como si fuera religión: no lo cuestiones. El libro de texto gratuito y obligatorio ha sembrado la idea de que la caída de Tenochtitlan es la conquista de México. Esa es la mentira más grande que nos han contado.
“La conquista se enseña desde los seis años como una especie de dogma religioso: no se cuestiona. La SEP, a través de libros de texto gratuitos y obligatorios, instauró una versión ideológica, no histórica. Y el problema es que seguimos creyendo que eso es la verdad absoluta, cuando basta abrir los libros del Colmex (Colegio de México) o leer a Miguel León Portilla para darse cuenta de que la historia es mucho más compleja”, sostiene.
El pasado manipulado
Zunzunegui desmonta la noción de que los mexicas fueron víctimas indefensas ante los españoles. Recuerda que durante un siglo ejercieron un dominio implacable sobre otros pueblos mesoamericanos a través de la guerra, el saqueo y los sacrificios humanos.
“Los mexicas no fueron los únicos habitantes de Mesoamérica, y los españoles no conquistaron solos: los vencieron porque otros pueblos se unieron contra ellos
“Lo terrible es que nos contamos un relato donde los mexicas son los buenos del cuento, cuando en realidad ellos dominaron, saquearon y sometieron a otros pueblos durante cien años. Sacaban más de 20 mil corazones al año en sacrificios humanos. Y, sin embargo, seguimos viendo a los tlaxcaltecas, totonacas o purépechas como traidores, cuando fueron ellos quienes, junto con los españoles, acabaron con ese imperio opresor. México nació de esa unión, no de una simple conquista española”.
Para el escritor, existe un paralelo entre las narrativas actuales de identidad y el viejo relato de la conquista: ambas simplifican la historia en blanco y negro, entre buenos y malos.
“Vivimos atrapados en el wokismo y el buenismo: pensar que alguien es bueno solo por ser minoría. Antes la ética dependía de tus actos; hoy depende de quién eres. Eso es perverso”.
Su crítica alcanza también a la costumbre de culpar a la historia de nuestras desgracias actuales.
“Es cómodo decir: yo no soy responsable de mi vida, lo son Hernán Cortés y la Malinche. Pero declararse independiente y 200 años después culpar de todo a España es de psiquiatra”, sentencia.
—En el libro insiste en que vivimos atrapados en un discurso victimista. ¿Por qué considera esto un problema tan profundo?
“Porque las víctimas nunca son libres. Si seguimos diciendo que nuestra miseria se debe a Hernán Cortés o a la mal dicha Malinche, entonces nunca asumimos nuestra responsabilidad. Llevamos 200 años de independencia y seguimos culpando al pasado. Esa narrativa nos condena a la frustración colectiva. Es una trampa psicológica: culpar a otros de mis fracasos es más fácil que aceptar que yo tengo que cambiarlos”, responde el autor.
¿Qué papel le da a los evangelizadores y a lo que se ha llamado “conquista espiritual”?
“A mí me parece una gran liberación espiritual. Los mexicas practicaban sacrificios y canibalismo ritual. Cortés llega con 400 españoles, pero son decenas de pueblos los que derrocan ese régimen. Y después, claro, viene la evangelización, que nos dota de una cosmovisión distinta, con raíces en la tradición judeocristiana, en el derecho romano, en la filosofía griega.
“Lo curioso es que nos lamentamos en español de que nos conquistaron los españoles, cuando el 94% de los mexicanos tenemos el español como lengua materna. Somos católicos, guadalupanos o ateos “del Dios español”. Eso también nos constituye”.
Una invitación a reconciliarnos
Al día siguiente de la conquista no pretende revelar archivos secretos ni conspiraciones, aclara el autor, sino ofrecer una lectura distinta con base en fuentes accesibles: desde el Colegio de México hasta Miguel León-Portilla, a quien reconoce como el gran estudioso del mundo náhuatl.
¿Qué le diría a quienes lo critican por tener una visión distinta?
“Yo no tengo la verdad absoluta. Lo que ofrezco es una versión más integradora y constructiva. Si alguien quiere seguir enojado con el pasado, tiene todo el derecho. Pero me parece más sano dejar de odiarnos a nosotros mismos y asumir que lo que somos hoy es producto de lo que pasó.
“Solo hay un México posible: el que existe gracias a todo lo que pasó. Ese es el país que podemos amar y sacar adelante”.
Con Al día siguiente de la conquista, Juan Miguel Zunzunegui no busca reconciliar a los mexicanos con el pasado desde la complacencia, sino desde la crudeza de un espejo. “Somos la historia que nos contamos de nosotros mismos —concluye—, y mientras sigamos contándonos una miseria, seguiremos viviendo en la miseria”.
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