¿Ya conoces el Museo Paleontológico de Santa Lucía?
No es de sorprender que la historia de nuestro territorio nacional empezara mucho antes de que fuéramos un país. De aquellos tiempos remotísimos, sus pobladores primitivos y su relación con la fauna y la flora nos habla este artículo, y nos invita a visitar el Museo Paleontológico de Santa Lucía Quinametzin y el Centro de Investigación Paleontológica, en el interior del AIFA.
La escuela no basta para conocernos. La Historia de México brotó mucho tiempo atrás de las civilizaciones olmeca, maya, mexica, tarasca, teotihuacana… Esto, en números, nos revela que la presencia del hombre en nuestro país fulgura hace más de 30 mil años, es decir, casi ochenta por ciento de toda nuestra historia en estas tierras fuimos nómadas.
Para tener una idea más clara, imaginemos que la Torre Latinoamericana es la medida de todo este tiempo. Entonces, más o menos, en el último tercio inició la vida sedentaria y se domesticó el maíz; unos tramos después germinaron las sociedades que dieron vida a Mesoamérica y sólo la parte final de la antena para radio y televisión ocuparía el perÍodo que inicia con llegada de los europeos y termina en nuestros días.
Hoy se sabe que las referencias de los pobladores más antiguos de este país son los restos de más de cuarenta individuos de filiación asiática, que van desde un molar ubicado en Ocozocouatla, Chiapas hasta un esqueleto completo en la zona centro de México. Una de las evidencias más añejas es un cráneo masculino localizado en Chimalhuacán, Estado de México. Se calcula que este hombre tenía una estatura aproximada de 1.68 metros y vivió hace unos 33 mil años.
La importancia de la paleontología y arqueología
Por los artefactos encontrados se puede cavilar que los primeros inquilinos practicaban la pesca en mar, ríos, lagos y lagunas, así como la caza, acorralando a los animales hasta darles muerte con piedras, huesos tallados, lanzas y varas punzocortantes. También, mientras el clima lo permitía, recolectaban frutas, flores, hojas, raíces, semillas, tubérculos o insectos.
Como estos hombres y mujeres no tenían garantizada la comida para todos, no podían formar grupos multitudinarios y su vida era un vagar inquebrantable. Se refugiaban en cuevas, abrigos rocosos o paravientos primitivos y ahí su tesoro era el fuego. Algunos ratos los dedicaban a crear instrumentos que les servían para grabar, raspar, cortar y martillar, según lo necesitaran.
Los “mexicanos” de este período experimentaron paisajes mucho más húmedos y fríos que los actuales. Llovía con generosidad en las zonas hoy desérticas, los lagos y lagunas eran mucho más extensos y profundos; era un escenario que permitió el nacimiento de pastizales vigorosos de los que se alimentan animales como mastodontes, bisontes o mamuts.
Primeros pobladores de la Cuenca de México
Hace poco, en 2016, en San Antonio Xahuento en Tultepec, se descubrió un posible contexto de cacería y destazamiento de mamuts utilizado por los primeros pobladores de la Cuenca de México. Son dos trampas en línea con paredes de casi 90 grados, de 1.70 metros de profundidad y 25 metros de diámetro que seguramente permitió a los cazadores reducir el margen de error en la captura del ejemplar en aquellos fangos extensos. En este lugar se recuperaron más de ochocientos huesos correspondientes a por lo menos catorce de estos gigantes.
Tres años después, mientras se realizaban las obras del nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), en las inmediaciones de Santa Lucía, se localizó lo que ya es una de las colecciones de megafauna prehistórica más grandes del continente americano. Son más de 50 mil restos paleontológicos descubiertos en este edén para arqueólogos, biólogos, genetistas y estudiosos de la vida en el planeta.
Hallazgos de fauna y flora
En estos hallazgos hay gliptodontes, perezosos terrestres y camellos americanos, que convivieron en ese entorno junto con animales como el lobo pleistocénico, el dientes de sable y el mamut colombino (Mammuthus columbi), vertebrado que se llevó la atención de los medios de comunicación nacionales e internacionales no sólo por sus dimensiones, sino también por ser el único que habitó en el actual territorio mexicano y es una de las tres especies que se han encontrado en América.
Para nuestro regocijo, con las tecnologías de vanguardia de este siglo y gracias al descubrimiento de estas espectaculares piezas paleontológicas, la ciencia, los mexicanos y el resto del mundo conoceremos detalles más certeros de tiempos tan remotos, en especial, de cómo era la geología, la biodiversidad, la megafauna, su relación con los humanos y las verdaderas condiciones ambientales que enfrentaron.
Museo Paleontológico de Santa Lucía Quinametzin
Además, ya están en pie dos grandes antorchas para iluminar este período casi desconocido. Me refiero al Museo Paleontológico de Santa Lucía Quinametzin –con una superficie de más de tres hectáreas, ocho salas de exposición y un mural basado en evidencias científicas– y el Centro de Investigación Paleontológica, localizados en el interior del AIFA.
Sólo queda visitar, con la curiosidad de los infantes, estos dos espacios y sembrar en nuestros hogares dos libros que ayudarán a saber un poco más de este tema: El pasado indígena y Un recorrido por la historia de México, donde participaron eruditos, dignos de estudiar, como Alfredo López Austin y Edmundo O ‘Gorman. Buen viaje.
Escrito por Victor Mandrago