Por un momento, la música se queda en silencio y la palabra toma el centro del escenario. Amandititita, la irreverente cronista del barrio, la punk de las letras y el rock, vuelve a cimbrar el mundo, esta vez con su voz más íntima: la escrita.
Su libro Algún día contaré esta historia (Grijalbo) es mucho más que una autobiografía temprana. Es, como ella misma lo define, una catarsis entre dos terremotos que marcaron su vida y la historia de México.
En este libro, que, ella asegura, desafía la noción clásica de la autobiografía, la artista se expone con una valentía conmovedora para hablar de una niñez marcada por el abandono, la violencia emocional, la marginalidad… y una incansable búsqueda de identidad.
Una autobiografía “temprana”, pero urgente
Es joven y ya ha estremecido los medios y el mundo de la música y las letras, pero su juventud no fue impedimento para plasmar su paso por este mundo.
“¡Sí! Pero tenía miedo de que se me olvidara todo. Son los recuerdos de la infancia los que necesitaba documentar, como si fueran la semilla de todo. No sé si más adelante me animaría a hacerlo con esa misma honestidad, así que sentí que este era el momento. Y también, quizá, porque ya no duele”, expresó.
Y es que, aunque el libro podría haberse escrito con más años encima, es ahora, a los 45, cuando la autora siente que puede hablar de su infancia sin rabia, sin dolor, sin buscar venganza.
Escrito desde la calma emocional, pero con la energía de quien ha vivido entre escombros, Algún día contaré esta historia es un recorrido por un México sin internet, un país del PRI oscuro y peligroso, donde una niña recorría el metro de madrugada y sobrevivía gracias a su instinto y al arte.
“Es el reflejo de una niña que vivió un terremoto emocional a los seis años. De hecho, todo el libro sucede simbólicamente entre los dos sismos de la Ciudad de México: el de 1985 y el de 2017.
“Y entre esos dos sismos está todo: mi vida, mi transformación, mi dolor, mi arte. Es un libro que vibra como la tierra. Porque hay pérdidas emocionales, laborales, familiares. Una sensación de derrumbe constante. Lo que me pasó me convirtió en lo que soy hoy”.
Amandititita habla de su vida como si fuera una ciudad construida en terreno inestable.
“Cuando naces en una zona sísmica, porque tus padres mueren, porque hay adicciones o abandono, te cuesta no derrumbarte. Pero puedes reconstruirte. Eso es lo que he intentado”.
Autocensura como acto de sanación
“Sí, me censuré mucho. No por miedo, sino por ética”, confiesa.
“No quería escribir un libro amarillista. Podía haber contado detalles que venderían más, pero no quiero más odio en el mundo. No busco señalar, busco sanar. Fernando Pessoa decía que hay cosas que no se deben contar, y eso lo tomé como guía”.
A pesar de esta moderación, el libro no es tibio. Es directo, fuerte, emocional. La autora admite haber tenido que detenerse durante meses para escribir ciertos fragmentos.
“Lloraba al escribir. Cada sesión fue un ejercicio de meditación, de perdón, de reconstrucción”.
Hija de Rodrigo González… pero no su réplica
El peso del apellido ha sido uno de los mayores retos en la carrera de Amanda.
“Todo el mundo me juzgaba. Los de Televisa querían que fuera güera y cantara bonito; los fans de mi padre querían que fuera Silvio Rodríguez. Nadie veía que era una niña que solo quería expresarse desde su dolor”.
Rodrigo González, el legendario Rockdrigo, murió cuando Amanda tenía solo seis años. Pero la semilla quedó sembrada.
“Él era un ángel. Amaba a Juan Gabriel, a Willy Colón. Era anarquista y libre. Me enseñó que no tenía que encajar. Si quiero comer garapiñados con la boca abierta, puedo hacerlo. Él me dio permiso de ser yo”.
Un sismo que sacudió la industria
Con su irrupción en la escena musical a mediados de los 2000, Amandititita rompió esquemas: ni rock, ni pop, ni cumbia, sino una mezcla de todos. Crónicas musicales urbanas, sátiras sociales, un estilo irreverente que no encajaba en ningún molde.
“No tenía con quién irme en el camión de Exa. Ni los poperos ni los rockeros me aceptaban. Estaba sola en el medio del bus… como en la industria”.
Hoy, sus conciertos se llenan de nuevas generaciones. “Niñas de 13 años me dicen: ‘Yo no me voy a operar, quiero ser libre como tú’. ¡Eso es lo que yo quería lograr sin saberlo!”.
Amandititita ha demostrado que puede estar en un programa de televisión popular cantando La criada anarquista y al día siguiente firmar libros con un público literario exigente.
“Juego con el sistema, pero con inteligencia. No soy una impostora. Soy una escritora, una artista, y lo que cuento en este libro es tan mío como lo son mis canciones”.
Este libro no es el final de su viaje, sino una etapa más de una artista que ha hecho de la contradicción su hogar. Rebelde y reflexiva, contestataria y amorosa, Amanda —ya no solo Amandititita— se muestra como una voz única en la literatura mexicana contemporánea. Una voz que se ha reconstruido, no sobre ruinas, sino sobre la fuerza de haber sobrevivido.
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TAR