La escritora Yumko Ogata Aguilar aborda con lucidez y empatía uno de los temas más urgentes en la conversación social mexicana: el racismo. Su libro ¡Quiero ser antirracista! (Grijalbo) propone mirar de frente una herida que atraviesa la historia del país desde hace más de cinco siglos, pero también ofrece una vía para la reflexión, el diálogo y el cambio.
Originaria de Jalapa, Veracruz, Ogata comparte que el germen de su obra surgió de la experiencia personal.
“Cuando llegué a la Ciudad de México a estudiar, me di cuenta de cómo ciertas ideas sobre quién es o no mexicano estaban profundamente arraigadas en el imaginario colectivo. Me enfrenté a comentarios y actitudes que no siempre venían del odio, sino de la desinformación o del desconocimiento”, explicó durante una conversación con este diario.
La autora subraya que, más allá del color de piel, el racismo se manifiesta en múltiples formas: en el acento, en el cabello, en las bromas o incluso en la forma en que las personas se refieren a las regiones del país.
“Nos enseñan el mestizaje como una narrativa de unión, pero también nos inculcan jerarquías raciales desde la escuela. Y eso se normaliza tanto que lo repetimos en la familia, en las reuniones, en los chistes.
“El punto de partida fue mi propio traslado a la Ciudad de México. Al llegar desde Jalapa, empecé a notar muchas cosas que antes no veía: los comentarios sobre el acento, la manera de hablar o de vestir, las ideas que la gente tiene sobre las regiones del país. Fue un shock cultural. Me di cuenta de que hay una serie de creencias muy arraigadas sobre quiénes somos los mexicanos y sobre quiénes no lo son”, señaló.
Un legado colonial que persiste
Para Ogata Aguilar, el racismo en México tiene raíces profundas.
“Es uno de los legados coloniales más fuertes que aún preservamos. Estas formas de pensar se construyeron para justificar el dominio de un grupo sobre otro, y no se destruyen de la noche a la mañana. Además, todavía existe una élite blanca que se beneficia de mantenerlas, porque reafirman su posición de poder y su acceso a los recursos”, expresó.
La autora considera que es un error separar racismo y clasismo.
“Ambos se alimentan entre sí. Cuando alguien dice ‘es güero, pero de rancho’, lo que se expresa ahí es esa mezcla de racismo y desprecio de clase. Por eso, en el libro hablo de la interseccionalidad: cómo las violencias raciales se cruzan con el patriarcado, con la homofobia o con la marginación económica. No podemos entender una sin la otra”, afirmó.
El humor como arma y como espejo
Uno de los capítulos más reveladores de ¡Quiero ser antirracista! aborda el papel del humor en la reproducción del racismo cotidiano. Ogata explica que las bromas suelen funcionar como una “válvula de escape” para normalizar las agresiones.
“Cuando alguien señala un comentario racista, la respuesta inmediata suele ser: ‘era una broma, no te lo tomes tan en serio’. Pero precisamente ahí está el peligro: el humor se usa para esconder la violencia, para reforzar las jerarquías sin asumir responsabilidad.
“Eso hace que el racismo se vuelva más difícil de denunciar. Por eso creo que tenemos que pensar qué tipo de humor hacemos: si es uno que desafía las estructuras injustas o uno que las mantiene intactas. Podemos reírnos, claro, pero también podemos usar el humor para subvertir, no para perpetuar el daño”.
Escribir para todos, no solo para la academia
Ogata Aguilar reconoce que su libro busca tender un puente entre la reflexión académica y el público general.
“Muchos textos sobre racismo usan un lenguaje muy técnico, y aunque es importante, también puede ser inaccesible para quienes viven esas realidades todos los días. Yo quería crear un texto introductorio, una invitación al pensamiento antirracista para quien no sabe por dónde empezar.
“El resultado es un libro que combina rigor teórico con una escritura clara y cercana, sustentada en ejemplos de la vida cotidiana. Se citan autoras y autores que han reflexionado sobre el tema y los presento con un tono pedagógico, más de conversación que de cátedra”, destacó la autora.
Su preocupación principal, señala, era que las ideas llegaran a quienes más las necesitan, no solo a los círculos especializados.
Racismo centralizado: mirar más allá de CDMX
La autora también reflexiona sobre cómo la discusión del racismo en México suele estar concentrada en la Ciudad de México.
“No es que aquí (CDMX) haya más racismo, sino que la cobertura mediática se concentra en la capital. Pero hay violencias raciales muy graves en todo el país que pasan desapercibidas porque no ocurren frente a los grandes medios. Tenemos que descentralizar la mirada y escuchar lo que ocurre en otras regiones”
En tiempos digitales, Ogata no pierde de vista el papel de las redes sociales como terreno de disputa.
“Pueden ser espacios de apoyo y comunidad, pero también lugares donde cualquier cosa se viraliza sin contexto y puede causar mucho daño. Las plataformas fomentan la reacción inmediata, la ira y la polarización, porque eso genera más interacción y dinero. Por eso necesitamos recuperar las conversaciones pausadas, las que permiten escuchar y matizar”, respondió.
Más allá del análisis teórico, Ogata Aguilar confía en que su libro llegue también a los jóvenes.
“Ojalá ¡Quiero ser antirracista! sirva para abrir conversaciones en casa, en la escuela, con las infancias. Porque ahí se puede sembrar una conciencia distinta, una manera más empática de mirar al otro”, confiesa.
La autora concluye con una reflexión: “Hablar de racismo es incómodo, pero necesario. Solo si lo hacemos colectivamente podremos transformarlo. La invitación es a dejar de verlo como un tema de culpa y empezar a verlo como una oportunidad para construir una sociedad más justa”.
Con ¡Quiero ser antirracista!, Yumko Ogata Aguilar destaca que no solo pone en palabras lo que muchos prefieren callar, también ofrece una guía para pensar, dialogar y actuar desde la empatía. Porque, como ella misma dice, “la lucha antirracista empieza en las palabras que elegimos, en las bromas que repetimos y en las historias que decidimos contar”.
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