El barco de las contradicciones, publicado por BonArt, es una novela que se adentra en la tradición de la narrativa filosófica y existencial para interrogar la condición humana.
Eduardo Suárez del Real Aguilera propone una travesía situada en el periodo de entreguerras, donde un capitán y un grumete, marcados por la depresión, cruzan el Atlántico y el Mediterráneo.
Menorca, Caprera y otros puertos aparecen como estaciones de un viaje que es geográfico y, al mismo tiempo, un naufragio interior. La prosa, de aliento poético, formula preguntas esenciales sobre la vida, la muerte y el sentido, resumidas en una disyuntiva radical: sobrevivir o sobremorir.
El barco de las contradicciones
La novela busca los matices del ser humano y exhibe sus contradicciones como destino inevitable.
Esta historia dialoga con la biografía del autor. Suárez del Real dejó México a los 22 años a bordo de un barco de carga y volvió décadas después por la misma vía. “Me fui de México, de mi México natal, en un barco de carga a los 22 años y regresé muchos años después, más de 30, en este barco de las contradicciones”, afirma.
El regreso tuvo un carácter íntimo y resistente: “El tener un camarote solitario fue como un acto de resistencia, de resistirme a dejar de nuevo una vida y emprender otra”.
El mar se convirtió en espacio de escritura y de reparación emocional: “La necesidad de encerrarme a escribir una historia en el mar fue una posibilidad para rehabilitar mi retorno a la tierra natal”.
La novela está poblada por afinidades y temores. “Está poblada por mis filias y por mis fobias”, dice el autor. Aparecen referencias a Edvard Grieg, Edvard Munch y Saramago, junto con la gastronomía, los vinos y la enología.
También asoma una pulsión iconoclasta: “Quería matar a un cura al estilo Eco y lo hago en esta novela”. Incluso sacrifica a un amigo en Aveiro, puerto portugués que deseaba describir con detalle.
Suárez del Real no pensó en el lector durante la escritura. “No pensé en el lector”, confiesa, aunque celebra que muchos se suban a “este barco tan difícil” y defiende una literatura exigente: “El libro está plagado de palabras complicadas que obligan a ir al diccionario”, como aquellos libros que ensanchan el mundo.
Para él, escribir es un acto de introspección radical: “No tengo otro propósito que habitarme en las palabras, cuidarlas y cuidarme de lo que tengo que decir y de lo que debo callar”.
Habla del oficio con devoción: “Poner una palabra tras de otra en el orden que pensamos mejor es un acto cuidadoso, un acto de amor que quieres compartir”. Su mensaje al lector tiene dos vías. Una es directa y ética: “Lee mucho y escribe mucho, porque escribir resulta sanador”. La otra es existencial: aceptar que “habitamos aquí”.
El puerto final de esta travesía es luminoso. “Escribir es un acto de enfrentar en el colíder del papel a cada uno de nuestros fantasmas, es un hecho sanador y terapéutico”, concluye.
La paradoja que define nuestra existencia
El barco de las contradicciones zarpa hacia los lectores como una invitación a aceptar la paradoja que define nuestra existencia. El autor asume la publicación como un gesto de apertura. “Sacar el barco y echarlo al mar de los lectores después de tanto tiempo me proporcionó innumerables alegrías”, concluye.
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TAR

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