El solo que nos hizo llorar
Pink Floyd. Foro Sol. 1994. Division Bell Tour. Lágrimas corren por nuestras mejillas mientras David Gilmour erige un monumento aéreo, fugaz. Confortablemente aturdidos, somos dichosos. Cosas definitorias ocurren esa tarde en nuestro pecho, pero tardará su eco en el destino. Hoy, treinta años después y recordando ese momento, nos preguntamos ociosamente a quién demonios se lo ocurrió, en primera instancia, hacer un solo de guitarra.
Division Bell Tour
Se dice que el año es 1935 aunque antes, a inicios de la misma década, se registraron aproximaciones a lo que entendemos como solo de guitarra eléctrica. Un objeto etéreo en el acervo sonoroso. Algo distinto al interludio de piano, violín o chelo; no se diga de bajo o aliento. Un bordado que devino en órgano vital para la canción y su cuerpo.
Según coinciden diversas plumas, fue el compositor y cantante Bob Wills con el tema “Get With It” quien, sin darse cuenta, hizo historia registrando el primer solo de guitarra formalmente electrificada. Una de las primeras estampas donde las seis cuerdas se elevaron para conquistar un resplandor aparte. ¡Y lo hicieron tras un anuncio verbal atípico: “Take it away Mr. Leon!”, grita Wills, anticipando el inesperado arranque.
Inscrito en la estética manouche, León McAuliffe, guitarrista de los Texas Playboys, conjunto con guiños gitanos, brinca al primer plano con alegría, proponiendo una secuencia de acordes entrecortados que intentan desprenderse de su labor de acompañamiento sin lograrlo del todo; sin sospechar lo que vendría años después con la verborrea técnica, la amplificación y los efectos y procesadores digitales.
La guitarra en un símbolo
Elvis, Buddy Holly y Bill Haley, pero sobre todo Chuck Berry, fueron convirtiendo la guitarra en un símbolo; en una hidra que crecería para arrobar y devorar melómanos sedientos de sorpresa. Con ella colgada al cuello fue como múltiples intérpretes alcanzaron cumbre, estatus de leyenda, montados en una grandilocuencia que apuntaba al estrellato. Pararrayos en comunicación divina, los nombres sobran, pues cada grupo debía tener a su virtuoso.
Así, afianzados en la cultura sónica, los tocadores de solos se diversificaron de un género a otro, sobreviviendo a la industria y sus presiones, acrecentando su influencia en mentes experimentales y de rock con raíces largas; en el metal progresivo y en formas derivadas del punk. Pero, está claro, alejándose de los sonidos urbanos; del trap y el reguetón; del regional y los corridos; de la electrónica y los cancioneros acústicos en donde ni la lira electrificada ni sus especulaciones melódicas son bienvenidos.
Dicho ello, ¿cuáles son los mejores solos de guitarra? Algunos desde el sentimiento profundo; otros desde lo más oscuro; aquellos en el juego puro y los de allá en el ejercicio de la vanidad retrógrada… Hay incontables talentos en los anales del mástil con cuerdas de aleación. ¿Por qué no citamos nombres? No tiene sentido, pero bueno: Albert King, B.B. King, Gilmour, Knopfler, Van Halen, Clapton, Page, Howe, Kotzen, Lifeson, Malmsteen, Latimer, Prince, Morello, Mancuso, Henson, Guthrie… Mientras más avanzamos más grande se hace el injusto olvido.
Lectora, lector, lo/la animamos a que piense en sus solos de guitarra favoritos. A que los ponga a todo volumen mientras apaga la luz.
Allí estará el solo que subraya el contexto armónico, rítmico o lírico; allá el solo en que se insubordina el egoísmo. Acá el solo que apuesta por el aislamiento mecánico. En las antípodas el solo pensado para la audiencia y su excitación enamorada de velocidad.
¿Cuál prefiere usted? Nosotros tenemos muchos bien amados, pero ya lo dijimos al inicio: siempre vuelve ése; el que nos hizo llorar a los diecinueve. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.
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