Es práctica discursiva común, el ejemplificar un comportamiento deficiente o una reacción desequilibrada, diciendo “parece niño”. Pienso que hay pocas cosas más equivocadas que eso.
Desde el feminismo, se ha mostrado cómo el mundo se encuentra categorizado a partir de órdenes basados en el régimen cis patriarcal y también el adultocentrismo; situándonos en esa óptica, toda producción que se ubique fuera de esas coordenadas está condena al lugar de lo deficiente, lo equivocado e incluso lo prohibido.
Desde el activismo académico, Crenshaw da cuenta de ello “para no invisibilizar ni borrar la experiencia de ningún grupo social necesitamos entender e interpretar la realidad de manera interseccional”; entender como reza la canción “que el universo es más ancho que nuestras caderas”.
Las infancias y las juventudes, son seres completos, no adultos en potencia.
Si bien, dada su temprana llegada al mundo tienen un camino de experiencias más amplio por recorrer, ello no implica que no sean grandes maestros, seres
absolutamente autorizados para construir su propia idea de mundo y también
sujetos de derechos.
El propio Nietzche lo mencionaba en sus elaboraciones sobre el eterno retorno:
“Zaratustra está transformado, Zaratustra se ha convertido en un niño, Zaratustra es un despierto: ¿qué quieres hacer ahora entre los que duermen?”.
De ahí que lo que muchas veces nos falte como sociedad, sea el romper con las estructuras que nos son más cómodas y desde las que reproducimos formas de autoridad que nos impiden reconocer y reconocernos en las miradas de los otros.
Cuando somos niños, nos aproximamos al mundo de maneras diferentes; todo nos sorprende. Preguntamos, tocamos, olemos, experimentamos, tenemos respuestas incluso dolorosamente sinceras. ¿Por qué tendría todo esto que ser malo o calificarse de imprudente o menos logrado? ¿Por qué el modo de vida adulto constreñido, normado muchas veces en reglas caducas, sobre regulado, ortopédico tendría que ser “lo correcto”?
Un mundo inclusivo parte del reconocimiento del otro desde la horizontalidad y eso no es una operación automática. Implica una tarea difícil y que incluso puede dar miedo: romper con las maneras en las que hemos sido socializados y también, con los privilegios que desde distintas posiciones ostentamos, cuestionar los lugares y también los entendimientos comunes, reconocer en una necesaria pérdida de poder la posibilidad de descubrir o resignificar los paisajes.
La columna de este fin de semana, se dirige a mi hijo: desde su mirada he
reaprendido el mundo: su sola existencia me ha permitido cuestionar todas mis verdades y cada uno de mis sistemas. Gracias Tadeo por permitirme acompañar tus pasos y por descolocar los míos, la tuya y la mía es una gran aventura.
Entresacado : Cuando somos niños, nos aproximamos al mundo de maneras diferentes; todo nos sorprende.
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