Recientes estadísticas y acontecimientos en México me hacen pensar en los puntos extremos de una deficiente educación sexual en nuestro país. Los embarazos en adolescentes y la violencia ejercida por jóvenes por el hecho de ser célibes, los advierto como cornamenta de un toro de lidia, con la cual el bóvido enfrenta a un adversario temerario e indolente.
Sabemos que la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica 2023 del INEGI, señala que en ese año había 5.3 millones de mujeres adolescentes de entre 15 y 19 años, de las cuales 34.8 % habían iniciado su vida sexual al responder esa entrevista.
También identificó que 10.4% de ellas habrían tenido un embarazo, y que esta tasa se duplica a 20.1% en hablantes de una lengua indígena. Es decir, es un hecho que las jóvenes inician su vida sexual en ese rango de edad: 15 a 19 años.
Hemos atestiguado un acontecimiento lamentable en la Ciudad de México: el asesinato de un estudiante bachiller perpetrado por otro joven. A la luz de los hechos y hallazgos de algunos medios de comunicación, sabemos algunos detalles de esta tragedia.
El autor del crimen, de 19 años, escribió en un grupo en Facebook: “Ya estoy harto de este mundo, nunca en mi vida he recibido el amor de una mujer y la neta me duele, me duele saber que los chads pueden disfrutar de las foids y yo no. Yo ya lo he perdido todo, no tengo trabajo ni familia ni amigos, no tengo motivos para seguir con vida. Pero saben qué, no pienso irme solo, voy a retribuir a todas esas malditas y todos lo van a ver en las noticias”, según el portal www.sinembargo.mx.
Sobre los conceptos como “chads”, “foids” o “incel”, se pueden encontrar diversas acepciones. Todos son formas despectivas para referirse a: el primero, a mujeres jóvenes que sí tienen novios y relaciones sexuales; el segundo para nombrar a jóvenes con aceptación entre las mujeres y el último para etiquetar a hombres jóvenes que no han tenido relaciones sexuales ni afectivas (célibes involuntarios).
Estos dos extremos, por un lado, el inicio de la vida sexual en la adolescencia de hombres y mujeres, con un porcentaje alto de embarazos no deseados ni planificados; y, por otro lado, la descalificación entre grupos de adolescentes por el hecho de tener noviazgos o experiencias sexuales, son a lo que me refiero como las puntas del cuerno.
Observo una necesidad apremiante de la juventud por iniciar sus vidas sexuales y al mismo tiempo la sobrevaloración de lo sexual, por encima de otros aspectos de la vida de las personas.
Ninguna de estas dos situaciones: iniciar la vida sexual y darle mucha importancia a ello, son irrelevante. Sin embargo, temeraria e indolentemente algo no estamos haciendo como sociedad para que nuestra juventud les brinde la atención pertinente y ello les permita desarrollar sus vidas de forma planificada, dichosa y sin violencia.
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