Nadie hable mal de México

Con singular alegría

Qué risa me puede dar quien habla mal de México. Por supuesto me refiero a quienes no son mexicanos y que, al venir a este extraordinario país, viven como si fueran virreyes y se rodean de todo lo bueno, bonito, inteligente y digno de este maravilloso país.

No lo tolero. Si alguien que es pura raza mexicana quiere hablar mal de sus gobernantes, pues con su pan se lo coman.

Hay quienes deben tener toda la razón del mundo. Ellos sí. Pero si son extranjeros y empiezan delante de mí a querer emitir la más mínima palabra de rencor, insatisfacción, frustración, análisis no cuidadoso, referencia estúpida, o simplemente alguna “o” de México, a mi me sale lo azteca, o lo mexica. Y muy fácil se me da lo de “al grito de guerra”. 

Resulta que ayer una vecina alemana empezó con un muy mal inglés –yo si le intelijo a ese idioma—a tratar de decirme que, en su país, se hablaba sumamente mal de México.

Se desvió, hasta decirme de todos los cementerios clandestinos que existían en el territorio nacional, especialmente dentro de Guerrero…

¡Glup!, me dije. Eso es más que cierto, pero… ¿entonces por qué, si se le advirtió que esto estaba pasando en mi país, vino dos meses?

Muy probablemente a conocer a su nieto. Volteé a ver al bebecito que es mexicano, mexicano, mexicano. Su madre es una hermosa morena de grandes ojos obscuros. 

TE RECOMENDAMOS: Individualmente, somos una gota… juntas, formamos el océano

Toda ella, la alemana gorda, blanca, vieja, diciendo que ese maravilloso bebé era un nieto mexicano, porque no había sacado ni los ojos verdes, ni el pelo güero.

Bueno… la verdad es que allí empezó casi su muerte anunciada. Es una señora muy fea, pensé. Yo me hubiera vuelto loca con ese bebé.

Y siguió la embestida:

No solo cementerios, existen robos en cada esquina. En ese momento, se sacó del “buche” su grande y abultado monedero, de donde obtuvo pura moneda mexicana.

“Aquí roban”, reafirmó. Otro revés en el hígado.

Entonces, me salió lo mexicana. Y le recordé que Hitler, había matado a 6 millones de judíos. Y ni así paraba.

La alemana seguía embistiendo a mi país, con todo y sus miles de problemas; con todo y sus malos gobernantes. Y desafortunadamente, tenía la razón en todo. Y estaba más que bien informada.

Pero a mí me dio una rabia desmedida. ¿Por qué vienen a México, estas personas, las que sean, qué no lo entiendan, a hablar tan mal de nosotros? ¿Qué nosotros hacemos lo mismo? No.

Y recordé a una alemana de calidad. La ex primer ministra, Ángela Merkel. 

Me acordé de Juárez: Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz. ¿Quiénes son para meterse con México?

FOR