La violenta reacción de los asistentes al palenque de Texcoco, la noche del viernes 11 de abril, ante la negativa del cantante Luis R. Conriquez de interpretar su repertorio de narcocorridos, provocó un debate sobre la pertinencia de prohibirlos o, por lo menos, regularlos.
El director de la Orquesta Filarmónica de Toluca (Ofit), Gerardo Urbán y Fernández, entra en la discusión y, sin presentar una propuesta concreta, está convencido de que es momento de abordar el tema y tomar decisiones, pues hay una batalla cultural que el narco libra sin que la sociedad haya hecho algo al respecto.
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No cree conveniente censurar de tajo el género, pero sí regularlo
Este mexiquense de batuta y pentagrama, que ha buscado como pocos acercar a la población a la música clásica en la capital mexiquense —y es el primero en atreverse a montar una ópera en el Estado de México (por cierto, ya va por la séptima en este 2025)—, no cree conveniente censurar de tajo el género, pero sí regularlo.
“Obviamente no existe una legislación… Yo creo que no se tiene que pensar en recomendar, se tiene que legislar y decir ciertas cosas, ‘pues están censuradas’ o por lo menos ‘catalogadas’”, apunta. Considera necesario avisar a la gente sobre qué va a escuchar en un concierto, en la radio o en una aplicación como Spotify o Amazon Music. “No creo que a nadie de la televisión pública se le ocurriría pasar escenas de droga, sexo o violencia durante todo el día. Está muy claro que hay recomendaciones, pero en la radio no es así, sólo está el criterio de quien pone la música”, indicó.
Señala que es un hecho que esta música hace apología del estilo de vida de quienes se dedican al narcotráfico, y que el narcotráfico es un problema grave en México que no puede ser ignorado. Si en el país se prohíbe la promoción del tabaco, el uso del alcohol en ciertos ámbitos, se advierte sobre los excesos de calorías, grasas y sodio en los alimentos procesados, y se clasifican las películas por su contenido, ¿por qué no debería pasar lo mismo con la música?
Sociedad demasiado tolerante con corridos tumbados y narcocorridos
Sin embargo, vivimos en un mundo donde casi cualquier cosa está al alcance en internet, “pero eso no quiere decir que no hagamos nada, porque con ese tipo de expresiones públicas, multitudinarias, tienes que hacer algo”, apunta.
El problema de fondo, señala, es que como sociedad hemos sido demasiado tolerantes con los mensajes de esta música. Si bien, como afirman quienes se oponen a su regulación, estos corridos narran hechos reales, el problema es que exaltan a sus protagonistas y sus actividades, lo cual considera parte de una “infiltración” de esta subcultura que normaliza la violencia. Incluso, acusa: “Existe una tolerancia a algo que, yo considero —y no tengo pruebas, pero lo pienso—, hay una colusión entre el mundo del espectáculo y justamente este mundo tan oscuro como es el narcotráfico”.
Este debate resurge a partir de dos acontecimientos. El primero, el uso de imágenes del líder del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), José Luis Oseguera, alias El Mencho, durante un concierto del grupo Los Alegres del Barranco en las enormes pantallas del auditorio Telmex, en el Centro Cultural Universitario de la Universidad de Guadalajara, en Zapopan. El segundo, el zafarrancho en el palenque de la Feria del Caballo de Texcoco, cuando el cantante Luis R. Conriquez se negó a interpretar corridos debido a una restricción impuesta por las autoridades. Al intentar explicar la situación, el público le lanzó cerveza y objetos, por lo que decidió retirarse, mientras algunos asistentes destruyeron el equipo y los instrumentos musicales.
“Cuando vemos lo que pasó en Jalisco, donde mostraron fotos de El Mencho en pleno concierto, y las reacciones de las personas en Texcoco… te habla de qué tan capilarmente se ha extendido este género, que es un subgénero del corrido, y es desde ahí donde empieza a tolerarse… Porque mientras El Corrido del Caballo Blanco, de José Alfredo Jiménez, no hace más que exaltar la amistad y el recorrido de un caballo, el narcocorrido, en cambio, es una oda —hay que decirlo— al estilo de vida narco”.
Recuerda que Platón, en El Banquete, plantea que las personas son lo que consumen. Por eso se componen himnos y marchas para los guerreros, y los poetas escuchan melodías de gran belleza. Pero el efecto de esta música ha permeado peligrosamente en la sociedad. “¿Qué pasa cuando en Texcoco ocurre todo esto? Te das cuenta de que la violencia es la solución. ¿Qué hizo la gente cuando el artista dijo ‘ya no puedo cantar porque me lo prohibieron’? No lo resolvieron protestando, lo resolvieron de manera violenta”.
Es resultado del egocentrismo de los líderes del narcotráfico
El origen de este subgénero no es espontáneo, afirma, sino resultado del egocentrismo de los líderes del narcotráfico, quienes buscan que sus gestas sean contadas para sentirse idolatrados. Urbán explica que el narcocorrido nace de la fusión del “trap” —cuyos temas recurrentes son el dinero, la droga y el sexo— con la música sinaloense. Entre sus exponentes más conocidos menciona a Natanael Cano y Peso Pluma.
La popularidad que ha ganado el género también responde, dice, al componente de rebeldía de los jóvenes frente a lo establecido. Hoy, señala, una forma de desafiar al sistema y a los padres es a través de la exaltación de la violencia, el poder y la ostentación narco, lo cual viene acompañado de una estética particular, una forma de vestir y una visión efímera de la vida, aunque cueste la propia vida o la de los seres queridos. “Terminamos normalizando todo esto”, lamenta.
Lo prohibido atrae
La crítica del único director que ha tenido la Ofit no es sólo sociocultural. Para él, el género es también decadente en términos estéticos y artísticos. “Nadie puede decir hoy que Natanael Cano es un buen cantante o que Peso Pluma lo sea. Los compositores se adecuan a ese tipo de figuras. Son canciones mal rimadas, mal hechas, sin tiempos. A eso le sumas la apología no solo del narco, sino de lo grotesco y lo feo… y obtienes este resultado horrendo que conocemos como narcocorrido”.
Para cerrar, invitó a reflexionar sobre el tema, pues, aunque los legisladores decidan prohibir o regular la difusión de esta música, hay que tener en cuenta que lo prohibido atrae. Por ello, insiste, lo mejor es debatirlo en todos los espacios posibles.
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TAR