Serendipia II
Con singular alegría
Escribí recién un libro al que llamé Serendipia. Desde que descubrí el nombre, me encantó. Está lleno de magia y encanto, como el texto mismo. Como tengo amigas entrañables, tres de ellas me lo prologaron: Angélica Valero, poeta; Pilar Rincón, pintora; y Marcela Magdaleno, escritora. Esto que escribo abajo, es la continuación de la introducción que me hizo Marcela. Lo comparto con grande gusto para ustedes.
“Más allá del amor humano
“La vida contempla y completa, la autora acepta la pequeñez humana, se sabe poseedora del elixir de los dioses, pero cuando comparte, “el objeto del amor” se intoxicó y ella se asombra, sin comprender cómo alguien puede sentirse envenenado con el elixir de los dioses. Y fluye con este párrafo: <<De ningún laberinto propio, se sale con llave ajena. Lo sé. Te podría ofrecer todas las llaves del paraíso, pero ninguna te serviría. Podría ofrendar una vida entera, y ni así lo entenderías>>.
“El poder de la poesía acuoso, cariñoso al principio, pero, poco a poco se transforma; la pasión pinchando el instinto y el anhelo de seducción de caricias en silencio, de intimidad compartida, de momentos y encuentros, de labios y saliva, de sudores y gemidos… Profundo conocimiento de la naturaleza humana, por eso duda, pero la voluntad de amar, de ser honrada, generosa, tierna, nace desde la oscuridad, extraña sensación de ser un poquito mejor ahora, después de haber convivido con el “objeto prohibido”. El castigo va acompañado del apego, de un cariño truncado en la infancia, de la devoción de un amor platónico, de una amistad borrosa, de un pretexto para hablar de su vida, de las pequeñas cosas que casi nadie habla y son muy importantes.
“Ovidio nunca imaginaría que sus teorías sobre el arte de amar se consumaran en pasiones vertiginosas, porque cuando uno ama queda deslumbrado, ciego, y arrojarse al abismo sin linterna mágica porque el relato, se va tejiendo hasta salir de esta dimensión y sin romanticismos rosas, hinca su pluma, levanta y revienta la serenidad. Cómo puede alguien estar tranquilo cuando la mitad de su alma habita otro cuerpo. Cuando existe una sed infinita de amor y la única zona para abrevar es la boca del amado. Un amado que se niega a responder suplicas y juramentos, un amado que se sabe que posee un ser vulnerable, eso le da poder y en vez de agotarse en el flujo perene de amor, juega a ser la inspiración de las musas. Ese alejamiento es la tensión del libro, que se libera como una diminuta fuga de agua. Reflexiona:
“Un día te dije: los poetas tienen la virtud de hacer que los amen, sin que ni siquiera te toquen. Y descubrir cómo es más importante conquistar un alma, que sujetar un cuerpo.
“Jugar con la nada
“Como el mago Merlín, juega con los tiempos, la narradora provoca saltos cuánticos con la memoria de su amante, quien nunca se sabe si es ficción o realidad; y si acaso fue realidad, se bendice cada instante porque si el amor no fue correspondido, por lo menos provocó una catarsis, una purificación emocional que, al final, en soledad y sintiendo la tortura del abandono, resurgió la mujer, segura, creadora, hechicera, la misma que se atrevió a sacar su corazón y compartirlo como manjar con su amado, aquella mujer común que se convirtió en pitonisa por haber transformado su corazón de carne en un brillante corazón de cristal.
“Si al escribir un libro las debilidades se convierten en fortalezas, los temores en valor y el odio y resentimiento en el más puro amor, flotando sobre la empatía divina, concluimos que el proceso creativo tuvo buen destino.” Termina Marcela Magdaleno. Así sea.