Una madre libre de toda culpa… (Segunda de dos partes)

Antevasin

Era la abuelita orgullosa, que me contaba que durante todo el primer año de mi vida ella no salía conmigo a ningún lado, solo iba a trabajar, y a casa.

Eso me dejó reflexionando un minuto y como contreras que soy decidí hacer todo lo contrario, si este muchachito era el que había llegado a MI vida era ÉL quién debía adaptarse a ella y no viceversa.

Estoica y no heroica cargué con el mochilón y antes de llegar a la puerta me di cuenta de la inutilidad de los veinticinco cambios de ropa, y de los treinta pañales, los bebés requieren ser cambiados en periodos de  cada tres horas y seguramente en casa de mi madre habría cobijas. 

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Tendría que aprender a dejar algunos cambios de ropa en casa ajena, a enseñarle al bebé que era hijo mío y de mi realidad inconclusa. Que tal vez nunca seré la madre perfecta que fue la mía, pero que seré la madre que a él le tocó, una que le ama mucho a pesar de no parecer a veces su madre. 

Nunca olvidaré la expresión de un niño de cuatro años al mirarme embarazada, con vestido de hippy y con dos colitas – ¡Mira mamá, esa niña está embarazada!

Tal vez el hecho de que llegó a mi vida cuando yo tenía veinte años y no treinta y tantos nos acerca de tal forma que a veces nos peleamos por el control remoto y hasta por qué caricatura veremos como si fuéramos hermanos y no madre e hijo, – ya sé que esta confesión no me deja muy bien parada a nivel de madurez, pero seamos honestas, ¿cuántas veces nos cancelamos para que nuestros hijos sean? Creo que de vez en cuando ganar el pleito por qué programa veremos no me hace tan mala madre. eso sí disfruto mucho de ver la televisión con ellos – sí, ellos. Ya no es uno, ¡¡ahora son tres!!

Y en ¿qué terminó mi aventura cuasi “caracolesca”? Pues bien, caminamos hasta la entrada del edificio en que vivía hace 10 años ya… Apareció el taxi que habría de conducirnos al destino planeado, – la casa de la abuelita, -haciendo malabares subí la mega pañalera, y a mi bebé, en ese entonces no tenía carriola, así que creo que en gimnasia y destreza los jueces me dieron 9.5, – es que Nadia Comanecci no es repetible, – pero llegamos bien. No puedo evitar recordar el ceño fruncido de mi madre, diciendo que esto no era adecuado para el bebé, que el aire, y no sé cuántas cosas más… dejé de escucharla cuando vi a Galileo respirando tranquilo durmiendo en el bambineto… Esta fue la primera de muchas aventuras que hemos seguido teniendo.

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El copiloto, como ahora lo llamo demostró que estaba hecho para mí, era y sigue siendo perfecto. Y aunque a veces me desquicie más ahora que entonces, después de esa primera vez, Tadeo e Iker han viajado seguros, sin esa enorme cantidad de equipaje… yendo por la vida ligeros y amados, con la consciencia de que su madre (yo) cometerá muchos errores, pero que sabré mientras ellos me regalen su mirada confiada salir avante de ellos.

¿Ustedes cómo vivieron esa primera salida? Platíquenme, espero sus respuestas en @PalomaCuevasR