De santidades cuestionables…
Antevasin
Me duele el estómago de maneras en que nunca creí que volviera a sucederme en la vida, es un dolor del tipo de una punzada, un dolor que no tiene una razón física, sino emocional, un dolor que parece que avisa la presencia de un monstruo, un dolor que alerta sobre el peligro, un dolor que tiene que ver con la urgencia de salir corriendo, y sin embargo, no sucede.
Las piernas no responden, están engarrotadas.
Gritar entonces. Esa podría ser una opción, si las piernas no responden y el riesgo es inminente, ¡gritar entonces! Pero, las cuerdas vocales tampoco desean responder, mi voluntad es gritar y que todo el mundo sepa lo que ocurre, pero al mismo tiempo el terror me lo impide.
Todo eso agolpado en mi memoria en menos de un minuto en la pantalla de mi celular, el Dalai Lama en un evento en la India, con jóvenes estudiantes, o algo así, de repente un niño solicita darle un abrazo a “Su Santidad” y todo se sale de control.
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Tenzin Gyatso – océano de sabiduría, en su traducción, – líder religioso del budismo tibetano de 87 años aparece en el vídeo, recibe al niño al frente en el escenario del evento, de repente lo toma por la barbilla y lo besa en la boca, el hombre ríe y la gente aplaude y ríe. El niño se retira incómodo, el hombre mayor acerca su frente a la frente del niño, luego saca la lengua, y le ordena: “suck my tongue”, el niño en total indefensión y vulnerabilidad frente a un auditorio que ha venido a ver a este representante de la divinidad que en realidad es ante todo un hombre, un ser mortal, nada de divinidad en su persona este momento, saca tímidamente la lengua y hay quien ríe en el auditorio.
Mi cuerpo por completo incómodo y molesto, mis ojos llenos de lágrimas de rabia. Nadie defiende al niño. La humillación y el abuso han sido perpetrados. En la memoria las risas, el miedo y el poder de quien ejerce desde “la superioridad moral” el atropello con la venia de quienes lo miran, el caldo de cultivo perfecto para las víctimas obedientes y silenciosas.
El día de hoy el Dalai Lama ha ofrecido una disculpa pública por sus actos. El estupor, el escándalo y la sensación de pérdida de inocencia en muchos de nosotros permanece.
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No es la intención realizar un linchamiento público, es muy fácil ser parte de la turba y dejarlo en un despropósito. Mi objetivo es hacer un alto y pensar hasta qué punto el abuso, la violencia y la falta de respeto a las infancias ha sido normalizada y, por supuesto, sus repercusiones a largo plazo.
Es ser capaces de levantar la voz y no ser parte de las comparsas que ríen y aplauden, mientras un menor es victimizado y humillado.
Es tener el valor de decir ¡basta!
Sea quien sea poner un alto.
#ConLasInfanciasNO