¿Qué viene después de la marcha?
Diálogo en silencio
Después de aspavientos verbales, posiciones encontradas, dimes y diretes, se realizó la marcha ciudadana por la defensa del Instituto Nacional Electoral ante los efectos adversos que le puede provocar el plan B de la reforma electoral del presidente Andrés Manuel López Obrador.
La guerra de cifras no se hizo esperar. Que si 90 mil; que si 150 mil; que si 200 mil, etc. Al margen de la contabilización, las imágenes que se pudieron observar fueron impresionantes.
Sin duda la marcha-concentración del 26 de febrero, se ganó un espacio en la línea del tiempo histórico de nuestro país. Tanto, como aquellos movimientos sociales de finales de la década de los años ochenta y principios de los noventa.
Basta recordar uno de ellos, la “Marcha por la Dignidad” que encabezó en 1991 el líder social Salvador Nava Martínez luego de un fraude electoral en los comicios gubernamentales en San Luis Potosí, que terminó con la salida del gobernador.
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La marcha-concentración del domingo pasado quedará en el registro como un movimiento de la sociedad civil, aunque se trate de poner al frente de la misma a figuras opositoras del actual régimen presidencial.
¿Qué sigue ahora? Esperar la promulgación de la reforma electoral y que los partidos opositores presenten las impugnaciones correspondientes y serán las y los magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación quienes tengan la responsabilidad histórica de validar o dar marcha atrás a esa norma.
Lo cierto es que más allá de partidos y de toda la estridencia previa, una movilización de esa magnitud no debe ser minimizada, ni desperdiciada. Es una llamada de atención a las estructuras formales del poder para que tengan presente el sentir ciudadano y no es cosa menor.
Se debe ser incluyente y escuchar todas las voces; todas tienen derecho a expresarse y sobre todo a disentir o estar de acuerdo.
Es positivo que no se registraran provocaciones, salvo las de las mantas y los volantes con la imagen de Genaro García Luna; y que tampoco hubiera agresiones a quienes tomaron parte de la marcha, eso habla bien de la autoridad y de quienes participaron.
Esos ejercicios deben ser replicados. Una sociedad activa, demandante siempre vendrá bien a los sistemas de gobierno democráticos.
Todos los derechos son importantes, pero uno que es fundamental es el de la libertad de expresión, que se ejerció a plenitud el domingo pasado.
La libertad de expresión va en dos vías. Sobre esto una cita de Robert A. Dahl, en su libro La Democracia una guía para los ciudadanos: “No sólo significa que alguien tenga el derecho a ser oído. Presupone también que alguien tiene derecho a escuchar lo que otros tengan que decir”.
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Esperemos que no se quede en una fecha anecdótica y que sea permanente la expresión ciudadana ante los temas que resultan vitales en el desarrollo como país y por supuesto como sociedad.
Porque, retomando nuevamente a Robert A. Dahl: “Sin libertad de expresión los ciudadanos en seguida acabarían perdiendo su capacidad de influir en la agenda de las decisiones políticas. Los ciudadanos silenciosos pueden ser súbditos perfectos de un gobernante autoritario; serían un desastre para la democracia”.
A seguir ejerciendo y fomentado ese derecho.